El viñedo tiene una ubicación privilegiada, no sólo por las vistas de los molinos sino porque resulta ideal para las cepas. Es una parcela de unas 8.000 cepas de secano que drena muy bien la humedad pues el 60% del terreno se compone de guijarros. Es muy aireada y soleada, lo que la mantiene de forma natural, libre de plagas y por tanto, nunca ha necesitado tratamiento fitosanitario alguno. Tienen solicitada la certificación ecológica aunque en este caso, se trata de un cultivo, mucho más que ecológico: absolutamente natural.

Como ya habréis supuesto, la elaboración del vino es tradicional y artesanal. No prensan la uva, sólo dejan que la gravedad haga su función sobre el mosto de uva tempranillo (también conocida como cencibel en la zona).

Comenzaron haciendo pequeñas cantidades sólo para consumo familiar y amigos, pero con la seguridad de la experiencia acumulada. Quienes lo probaban, repetían y así fueron ampliando su producción de vino poco a poco, hasta que decidieron elaborar toda la producción de la parcela que poseen y empezar a comercializarlo. Es pues, una producción muy limitada, no sólo por el tamaño del viñedo sino porque cada cepa produce de media, menos de 1 kg al año. Eso da idea del alto grado de concentración de nutrientes que se acumula en las uvas, y posteriormente, en los vinos de Casona de Alaferlay: vinos hechos con mucha ilusión y empeño.